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Así nació nuestra historia: De Mano a Mano

Actualizado: 16 mar 2018

22 de septiembre; viernes, amaneció nublado, el cielo guardaba silencio, el sol dudoso de hacerse presente, se respiraba nostalgia y se sentía la fuerza de un país velando por su gente.


Un centro de acopio en la colonia Roma que vibraba con cadenas humanas nos llenaron los carros de: agua, medicinas y despensas; fue nuestra primer parada… ¡estábamos listos!


Iniciamos nuestro camino rumbo a Puebla, solo el *waze era la guía de un lugar desconocido, llenos de cosas para compartir, dos estudiantes de medicina que se habían ofrecido a acompañarnos y 8 corazones deseosos de poder ayudar.



Después de dos horas llegamos a Huaquechula en la región de San Pedro Cholula; percibimos un lugar bastante tranquilo, nuestros ojos exigían más necesidad, la intuición nos pidió seguir buscando... Pudimos entregar dos despensas, yo abracé a un niño con un corazón asustado de aquel 19 de septiembre que con sus ojos llenos de incertidumbre no dio las gracias por estar ahí.



La responsable del centro de salud nos platico de un lugar olvidado, un pueblito donde hasta el momento no lo habían visitado “ni protección civil ha llegado”.


-¡No la pensamos!

Nos subimos al carro, nos fuimos llenos de energía, de misterio, de emoción, rumbo al municipio de Izúcar de Matamoros; casi dos horas de camino entre sembradíos de caña de azúcar y de repente nos da la bienvenida un letrero en blanco y rojo deslavado que decía: Bienvenidos a SAN LUCAS COLUCAN, “Pueblo orgulloso de sus tradiciones”, lo enmarcaba un cielo azul despejado.



Dios que nos tomó de su mano y nos puso en su lugar preferido... San Lucas.

-¡Aquí es! Gritamos felices.

Liz (mi hermana) tomando video de la llegada al lugar... que sin saber ya se estaba tatuando en nuestro corazón.

-Señor: ¿Dónde está la iglesia? ¿Dónde está el Palacio Municipal?, fueron las preguntas que hicimos buscando un destino donde llegar.

Nos estacionamos entre la iglesia dañada por el sismo y la presidencia municipal, nos organizamos de una forma impecable para entregar a la gente con amor y humildad todo lo que traíamos.

A los médicos se les llenó la sala de espera improvisada en la oficina de la presidencia, mientras yo visitaba adultos mayores y personas con discapacidad.



No distinguían la felicidad entre los voluntarios y habitantes de San Lucas, provocando el mismo sentimiento de agradecimiento de ambas partes, corazones abiertos que daban y recibían a la par.


Pasaron un par de horas y alguien nos dijo:

-Ya váyanse, se les hará tarde y puede ser peligrosa la carretera.

Estábamos listos para irnos, pero nos faltaban dos personas que se habían aventurado a conocer el lugar, cuando regresaron, estaban desconsoladas, con lágrimas en los ojos, llenas de historias y sentimientos de angustia.

Liz nos dice: -¡No puede ser lo que vimos!, ¡Este lugar necesita mucha ayuda! ¡Nos necesitan aquí!.


“No importa cuánto das, sino cuánto amor le pones a lo que das” Madre Teresa.


Eran las 6:00pm, regresábamos a la Ciudad de México, sin comer, con hambre y sed, cansados, felices, preocupados, pensativos, el mismo cansancio nos hacía reír... El Alma y el corazón se conectaron, nuestra mente se quedó con la única conclusión: “necesitan nuestra ayuda”, sin expectativas, solo lo dejábamos como un gran pendiente en el corazón.


Liz emocionada nos dice: “CONSTRUIREMOS CASAS en SAN LUCAS COLUCAN", entre todos busquemos patrocinadores, le pediré a Cemex que nos done cemento, así lo podremos lograr de mano a mano.


- ¡Qué bonito nombre!, así nos llamaremos DE MANO A MANO.



No habló la razón, eran los sentimientos que expresaban de forma asertiva lo que se quería lograr, un compromiso de cobijo para nuestra gente".

En una semana la casa de Liz se convirtió en un centro de acopio impresionante, admirable, imponente. Se unieron corazones con manos fuertes dispuestos a trabajar.


La visión de Liz, Memo y Pau fue capaz de engrandecer a esta familia DE MANO A MANO que sigue creciendo.


Regresamos el 1ero de octubre, con un plano en la mano, un Ingeniero, un grupo de voluntarios, una camiseta negra bordada con dos manos dentro de un corazón… y a partir de aquí, la realidad de San Lucas Colucan cambio.



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